Empezare mi texto hoy dejando claro que me siento completa y absolutamente ajeno a la saga de Twilight. No estoy ni remotamente familiarizado ni con la película anterior ni con los libros. Es parte importante del panorama pop actual, y sin embargo no he dejado que se adentre mi conciente en lo más mínimo. El hecho me hace sentir viejo.
¿A qué viene todo lo anterior? A que la mayoría de los sitios de internet parecen hacer un firme hincapié en lo poco merecedora que es la segunda parte de Twilight, New Moon, de estas canciones en su soundtrack. Yo no puedo llegar tan lejos, lo que si puedo decir es que encuentro sumamente inspirada la decisión del supervisor musical en crear una intersección entre dos nichos que no la tenían: los tweens y los hipsters. En un futuro, este tracklist será un retrato de los tiempos musicales en los que vinimos.
Y aunque grupos como Muse asoman su horrible cabeza, el resto del repertorio se lee como una especie de secuela al Dark Was The Night, sans-The National. Lykke Li y los Editors nos regalan dos esfuerzos notables. Y Thom Yorke nos demuestra que no es tan difícil conseguir los derechos para una canción suya como nos lo hizo creer A Scanner Darkly. Y mis personales favoritas creo que son más que obvias. El celestial dueto de Bon Iver y St. Vincent (en el que debo admitir el primero no deja que la segunda luzca como debe) “Roslyn”; y la espectacular, espectacular, espectacular (¿dije espectacular?) “Slow Life” de Grizzly Bear con Victoria Legrand de Beach House. Creo que el mejor cumplido que le puedo hacer a esa canción es decir que es tan buena y emocionante que está a la altura de los mejores momentos del Veckatimest. Y si bien ninguna de las canciones fue escrita para la película, sólo aparecerán aquí.
No todo en el disco es oro. No sé si soy sólo yo, pero “Meet Me On The Equinox” me parece una de las canciones más feas de Death Cab For Cutie, como si hubieran tomado su demográfico demasiado en serio. Pero sin embargo el soundtrack completo es una verdadera rareza pop que vale la pena escuchar. Piénsenlo bien, y la próxima vez que un diseñador de 25-30 años quiera salir con una niña de 16-17 que sigue en la prepa, por políticamente incorrecto que sea, tendrán algo en común para conversar.
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